sábado, 17 de agosto de 2019

ME GUSTA BEBER VINO



Me gusta el Vino. No es alimento. No sirve para apagar la sed. Enriquece los sentimientos, más que querer beber vino,  deseo hacerlo. Que sea  poco  o suficiente y que resten ganas de continuar paladeando su sabor.
No discrimino ningún tipo de vino, voy a su encuentro para descubrirlo en ese momento preciso que lo estoy deseando, sin imposición de horario, ni de maridajes con alimentos, así, solo, íntimo, personal,  siendo egoísta como para no compartir o en el mejor de los casos hacerlo como atención u homenaje a quien esté a mi lado con la misma condición de aceptación espiritual, con un sentimiento real y concreto, llámese amistad, o cualquier situación que se halla definida por retos del corazón, el amor de otra persona, desde el simple y enorme  sentimiento hacia un hijo como al apasionado deseo por una mujer.
Es encantador beber vino, sostener la copa entre los dedos, percibir su aroma, observar los destellos de colores ante la luz, encerrarlo en la boca y hacerle recorrer cada sitio de su interior agradeciendo tan gentil y delicada visita. Atreverme  a intentar masticar su cuerpo cuando aparece contundente. Sentir la cosquilla en el paladar, esa picante púa conjugada del alcohol, apurando su ingreso triunfal y exquisito como depurando la garganta con la calidez  de una gran satisfacción.
Luego alejar la copa, declarar libertad de deseo, tal vez un auto castigo, privación, para que un pronto regreso vuelva a registrarse con la misma intensidad de no haber calmado la sed sino de haber consolidado la relación en base al respeto de su esencia valorando el conjunto de variedades que lo puedan integrar.
Insisto, hasta el que  nos pueda parecer de menos calidad conlleva un valor que se pierde con la necesidad de apagar la sed, ésta se debe calmar con agua cristalina y fresca, porque el resultado final será que no existe diferencia entre el vino común y el reserva, todo se perderá, se desvaloriza la elaboración, fechas de añejado, no existen diferencias, se vuelve proclive al maltrato del infernal chorro de soda, porque no existe  cultura o conocimiento que la soda es el trago previo para que al ingreso del vino el paladar pueda registrar todos sus misterios en forma total y mientras lo paladea cerrar los ojos, abrir de golpe, mirar hacia arriba y esbozar una sonrisa de aceptación y agradecimiento por tan importante momento.
No atender a los supuestos entendidos,  improvisados sommeliers que me  invitan señalando ese vinito que te traje, que lo elaboró un no sé quien, pero que haya sido el que fuere, voy a valorar y entender o aprobar su trabajo al finalizar el rito de la observación y el paladeo. Me gusta tomar vino, el suficiente, el real, el placentero, que no me calme la sed  pero encienda mi corazón, y si me encuentro junto  al piano, mejor.



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