miércoles, 1 de agosto de 2012

Acerca del libro VENTRILOCUOS Gente grande que juga con Muñecos de Daniel Riera

Llegó a mis manos siendo las 18.oo horas aproximadamente, del día 31 de julio de 2012. Me atrapó. Incluyendo el tiempo que me llevaron algunas paradas para comer o ir al baño, devoré sus 324 páginas en doce horas. A las 6 de la mañana lo cerré, apreté contra mi pecho, en el silencio de mi corazón dije “Gracias Daniel, en nombre de la Ventriloquia, de lo ventrílocuos y en especial del mío propio por permitirme ser el copiloto de este hermoso viaje”. Me dormí sin sentir cansancio, solo dormí.

Ya conocía el estilo de Daniel Riera para rescribir, describir y mantener sus relatos. De no atosigar con insistencias, escribir demás para llenar espacios, de tener una escritura fresca que invita a no abandonarla porque permite tiempos de recomposición y por eso no cansa. De contener muchísima e importante información, demostrando que se nutre de datos fehacientes, que opina con solidez y contundencia, seguridad, que balancea permanentemente personas y situaciones para que sin quitarle naturalidad al contenido, puedan existir encontronazos entre los protagonistas de su historia, y se reserva su lugar demostrando ese bajo perfil que lo caracteriza, pero que es innegable e imposible de ocultar, su talento, creatividad, bonhomía y hasta si uno pudiese disentir con él, tiene la oportunidad de plantear la opinión con la seguridad que Daniel es un iluminado que no capta palabras sino intenciones, sentimientos y personalidades, como el más hábil conductor de vehículos de carrera en la más complicada pista y salir airoso, es más, ganando la competencia.

Me siento orgulloso de haber sido su copiloto y haber participado del viaje al que se sumó tanta gente. Daniel no compite con nadie, es él, su propia vivencia, sus experiencias y su permanente agradecimiento a quienes le aportaron su tiempo de vida para compartirlo con él, es sobre todas las cosas, la persona humana de mi preferencia, y lo que lo engrandece como ser, es un agradecido y no vacila en darle el lugar que le corresponda a cada uno, manteniéndose él a la retaguardia, circunstancia que lo hace emerger importante, glorioso y brillante. Justamente lo que siempre digo acerca del resultado del espectáculo de un ventrílocuo. Cuando se conjuga una buena interpretación actoral, apoyada por un buen manejo de la técnica, y con argumentos bien armonizados, esa figura pequeña e inocente del muñeco, como suelo decir a propósito, “esa cosa pequeña, sin importancia, de aspecto grotesco que me acompaña, que no tiene vida", depende de mi talento como actor y técnico para volverse inmenso, importante, aplastante, me desvía a un segundo plano, capta todo el afecto que circule en el aire e impone su nombre en forma definitiva. Lo compruebo cuando más de una vez no se recuerda mi nombre sino el suyo. Cuando preguntan por él, le mandan saludos, juegan con simpatía los mensajes que dejó, se interesan por mi muñeco. Por eso, y si bien en el caso de Chasman se recuerda con amor su nombre, son más las veces que se escucha hablar de su Chirolita, que de él, y se utiliza el nombre del pequeño gran muñeco para definir situaciones o aplicárselo a personas que dependen de la voz, pensamiento y expresión de otra.

En nuestro viaje de 324 páginas, volví a visitar mi propia historia. Me encontré con viejos y queridos amigos, más allá que alguna vez pudimos tener por nuestra condición de humanos, algún que otro desencuentro de ideas, pero que no influye para nada al momento de valorizarlos como hombre o como artistas, reconociéndolos como grandes personas. Eso también lo logra Riera con su relato excepcional, porque escribe de esa forma, ese es su estilo, sirve para construir, reparar, convocar al entendimiento, Riera pondera la vida en su pureza y nos obliga a mirar lo que vemos, a escuchar lo que oímos, a entender cuantas veces perdemos tiempo en pavadas que solo contribuyen a la propia destrucción y privarnos de vivir gratos momentos. Todo eso está contenido en Ventrílocuos, Gente grande que juega con muñecos.

Son los pasajeros de este increíble viaje, Marcelo y Napoleón, Wilson y Panchito, Marcelo y Cirilo, Charly y Rosita, una historia que descolla totalmente sobre las demás, Gorosito y Trabuquito, Wilde y Paquito, Tatín y Cachencho, Javier y Jaimito, padre e hijo, Rosina y Manolete, Mariano y Vicente, Kiko y Carlinho, Merequeté y Coco, Dany y Cebollita, Cecile y Alfonso, Martín y Antunez, Drako y Berni, Sair y Luchito, Karim y Compañía, Osiris y Casimiro, Brian y Kazu, Adrián y Jaime, a los que se suman otras personas que considera sumamente importantes en su vida como Jesús de la Cruz Rivera la cigüeña que trajo a Oliverio, otras que aportaron datos, opinaron y confíaron en Riera sus historias, relaciones y pareceres para terminar de conformar esta historia de un gran escritor y periodista que por obra y gracia del Dios, le entrega en un momento de su vida, un regalo reservado justamente para ese instante, la relación con un muñeco y con un grupo de locos enamorados del amor y del arte, “Gente grande que juega con Muñecos”, iniciándolo en un camino que al principio él cree en su modestia y humildad, que será solo para una breve experiencia, que también le servirá para escribir esta historia, pero que finalmente queda demostrado que ser Ventrílocuo es parte muy demasiado importante en su vida, que lo deglutió, se aferró a su rumbo, que lo comprometió para ir más allá, que ya no tiene límites, que ahora va por todo, se constituyó en la Vanguardia de la Ventriloquia, con un amor y respeto íntegro y completo por su compañero y por el arte que lo liga al mismo conformando un mundo especial y privado solo para quien pueda entenderlo. Un mundo donde fluyen solamente buenas intenciones, ilusiones y fantasías que se hacen realidad. Mundo donde se pondera al Ser Humano y su condición de tal, con aciertos y desaciertos, con gloria y fracaso, sin importar los detalles sino valorizando la raíz, y promoviendo colmar al corazón de gratos sentimientos, con ese combustible único y especial capaz de mover al mundo que se llama Amor.

Gracias Daniel por permitirme este hermoso viaje, por tus palabras y consideraciones, por mostrar mi historia como no hubiese sido capaz de hacerlo yo. Ese privilegio hasta ahora había sido de Pascualito, ¿o tal vez él te contó todo eso?, mirá lo que me vengo a enterar …

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