Primero conocí a su hermana Beatriz y quedé encantado, presencia, belleza, voz, interpretación, realmente un placer escucharla y seguir cada movimiento de sus manos, sus ojos, una artista genial.
Luego y a través de ella a Ricardo. Desde el primer momento hizo gala de su señorío, simpatía y mostró su don de gentes.
En el escenario los dos, como actores, cantantes, Ricardo además como músico, colmaron la definición de ser señores profesionales, y dentro de mí especialmente encendieron la llama de la admiración. Repasando la historia de la familia Ayas, no podía ser de otra forma, una familia de artistas cortados todos por la misma tijera.
Todo eso lo ratifiqué desde mi butaca en el teatro IFT mientras disfrutaba, perdón, mientras gozaba del espectáculo "PERON El Musical", escrito, producido, interpretado y dirigido totalmente por Ricardo Ayas. Insisto, un deleite, una verdadera Obra y de Arte, impactando en el corazón y la mente, sorprendente en cada momento, a cada segundo, colmando al ser y todo lo que lo rodea con una musicalidad y un espíritu que en mi vida había visto algo similar.
Comienza con una introducción sencilla pero riquísima cuando Beatriz Ayas aparece en el escenario vestida de época interpretando un tema que lo hace brillar y vibrar con su arte personal, no sé si otra intérprete podría lograr lo mismo. Comenzamos más que bien, una genial y hermosa recepción.
Seguidamente se desencadena un torbellino musical e interpretativo de la mano de seis cantantes increíbles, con voces bien definidas super afinadas, contundentes, sonoras, pasando por todos los matices de acuerdo a la historia que han de relatar, combinando con breves diálogos, realizando coreografías movilizando atriles montados sobre rueditas, única escenografía sobre un negro total, sencillamente uniformados los varones, delicadamente vestidas las mujeres. De entre tanto talento sobresale una soprano que deja el alma en el escenario, sus gestos, su rostro iluminado, su gracia. En un momento sufre un accidente, se enredó el vestido en el taco de su zapato y al mismo tiempo derribó el atril con la mano, mas no se detuvo, solucionó ambas situaciones y continuó como si nada, no fue nada, no existió, solo fue un golpe de vista, lo minimizó de tal forma que agradó además su figura y el sello de Aprobado surgió hasta del más exigente espectador.
Todo lleva un armado armonioso, pensado, cadencioso, sin bajar el nivel, y aparece Ricardo Ayas, ese alto nivel se supera aún más, él, el mismo autor está en escena y volcará siete años de trabajo en esa noche de gala para la cultura, para el buen gusto, con una exhibición de talento donde demuestra que es un profesional y un señor en todo lo que dice ser Músico, Escritor, Actor, Cantante, Director, estalla el escenario en más voces, más arreglos, nunca un poco menos, siempre más, mucho más.
Ricardo muestra que la historia se puede contar sin fanatismos, con alegrías y tristezas, con respeto, que trabajó para el público sin banderías, ni partidismos, sin atacar a nadie ni defender a nadie, eligió a una figura histórica cuyo nombre es popular en todo el mundo, y cuida mucho que su relato sea verídico, sin exagerar un ápice, sin obsecuencias, solo arte, contar una historia con música, mostrando que ese hombre público e importante como político, también en lo suyo podía ser un artista, y nadie, salvo un obtuso puede dejar de reconocer el talento que tenía, más allá de sus aciertos o de sus errores, aquí no vinimos a juzgar una historia sino a conocer la parte lírica de la misma, y Ricardo Ayas logró eso, que nos vayamos con el corazón en la mano, con alegría, con ilusiones, en su saludo final, luego de un último aplauso ya que a obra recibió muchos durante sus dos horas casi de exhibición porque era inevitable aplaudir, la circunstancia lo exigía, eran aplausos espontáneos, y ese aplauso final, donde personalmente salté de mi butaca para ponerme de pié, sentí reventarse mis manos, percibía que quienes me rodeaban sentían lo mismo, que en ese aplauso prolongado que el mismo artista, siempre tan sencillo, humilde, austero nos detuvo simpáticamente con su mano para que lo dejásemos decir sus palabras de agradecimiento, hasta en esas palabras permaneció en su alto nivel, cuando nos dijo que lo importante y el deseo o fruto de su obra era tratar de Unir porque es cierto la Patria no se hace desuniendo, separando, se hace uniendo, y realizó su voto deseo que Argentina recupere el amor de sus hijos. Se desprendió de lo personal, compartió y pidió compartir un deseo, el haber escrito sobre Perón de la forma que lo hizo no lo identifica como político sino como buceador de la historia extrayendo recuerdos, circunstancias y hechos que convirtió en música, sentado a su piano, formando a cada cantante, armonizando voces y movimientos, que los suyos no excedían la de los demás, no se mostró como una estrella, no fomentó una excelencia ni pidió sobresalir, por eso se destacó, porque los seres que tienen brillo propio y son Estrellas no necesitan hacerlo, y Ricardo vive escondido tras su propio talento que es tanto y apabullante que no logra desaparecer.
Sentí deseos de subir al escenario y abrazarlos a todos, no sé como me contuve, fue difícil estaba extasiado, mis acalorados aplausos no resultaban suficientes, quería expresarme de mil formas, qué sé yo, hasta disparando una batería de fuegos de artificio, fue una noche de éxito del éxito de mi querido amigo Ricardo Ayas, de sus siete increíbles cantantes cuatro varones y tres mujeres, ni qué hablar de la que interpretó el papel de Eva Duarte. Y por supuesto esa estrella que inició la obra Beatriz, tan pequeñita en tamaño y tan inmensa en su proyección, y no puedo dejar de mencionar al señor, al caballero, al genial artista plástico Guillermo Di Diego, esposo de Beatriz que permanentemente entregado al clan familiar hace que este sea una armada potente para derribar lo malo, lo negativo, lo feo para convertirlo en Oro, un trabajo de familia equipo imbatible.
Para finalizar, y mientras ya en el lugar iba pergeñando todo lo que escribiría y creo que me he quedado corto, sonreía por dentro pensando que Ricardo me suele llamar Maestro, no lo puedo creer, ya no se lo puedo permitir, él es el Maestro en el arte y en la vida, y si yo fuese su alumno tal vez quedaría reprobado en la primer clase, me falta demasiado para poder llegar a considerarme lo que creo ser actor, músico, y autor, a su lado necesitaría que Dios me conceda mil años más de vida y tal vez lo pudiera igualar.
Les pido a mis amigos que no se pierdan la oportunidad de ver esta obra, no solo me lo agradecerán sino que habrán vivido una experiencia maravillosa, lo recordarán por mucho tiempo. En PERON El Musical, se llevarán dentro de sí un caudal abundante de experiencias, mensajes y contenido fascinante por el resto de sus días.
Gracias Ricardo, gracias Beatriz, gracias Guillermo, por considerarme vuestro amigo, es un tremendo orgullo y ya dejo de escribir, me pongo de pié y sigo aplaudiendo porque el jueves a la noche, me quedaron aplausos pendientes.
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