Por Francisco Nutti
@FranNutti
La ventriloquia es un mundo de fantasía, donde no hay grietas ni existe la competencia. Los libros la definen como “la actividad que practica el ventrílocuo, que es aquel que sabe modificar su voz real o con el timbre cambiado sin mover los labios, de manera que parezca venir de un muñeco”.
Pero para ellos, los que se suben al escenario para hacer un show junto a su títere, es mucho más que eso. “Este es un espacio de contención, hay mucha cooperación. Es un ámbito muy agradable”, explica en diálogo con Crónica Lola Gontero, ventrílocua y maestra jardinera, quien incursionó en la actividad hace tres años, cuando en condición de titiritera y narradora decidió crear a Lalo, un muñeco infantil, simpático e inocente. Con él encontró una conexión inigualable.
Recorrió escuelas, visitó bibliotecas y por último llegó al Civear (Círculo de Ventrílocuos Argentinos), donde conoció al maestro y fundador de la institución, Miguel Ángel Lembo, de enorme trayectoria en la profesión, quien además es actor, humorista, profesor y pianista.
Según Gontero, Lembo le enseñó diferentes técnicas para respirar e incluso a improvisar: “He aprendido un montón. Una vez me llamaron para inaugurar un jardín de infantes y yo no podía lograr que me presten atención, porque había un bullicio terrible, sin embargo Lalo se plantó y les hizo apagar los celulares a todos los presentes”, expresó la mujer, quien agregó que su títere “dice cosas que yo no soy capaz de decir”.
Cuando se habla de esta actividad, la mayoría de las personas recuerda al ya fallecido Mister Chasman y a su pequeño Chirolita, inseparables el uno del otro. Sin embargo, cierto sector de la sociedad confunde, erróneamente, el hacer ventriloquia con el miedo o el terror, instalado por la mala fama que han establecido algunas películas norteamericanas, protagonizadas por muñecos malvados y de características horribles.
Para Lembo -quien también visitó la redacción de este medio- “Hay que dejarle a la humanidad algo que sirva, todo lo que sea transmitir felicidad, alegría, porque hoy más que nunca es necesario. A mí me encanta que de mi casa, de mi estudio, porque soy profesor, salgan estrellas”.
Y añadió: “Esta es una profesión que te elige, no la elegís vos, yo comencé a los 40 años y me durará para toda la vida. El ventrílocuo no sólo cuenta chistes con su muñeco, sino que charla, cuenta anécdotas cotidianas. Ahí está ese verdadero mundo de fantasía”.
@FranNutti
La ventriloquia es un mundo de fantasía, donde no hay grietas ni existe la competencia. Los libros la definen como “la actividad que practica el ventrílocuo, que es aquel que sabe modificar su voz real o con el timbre cambiado sin mover los labios, de manera que parezca venir de un muñeco”.
Pero para ellos, los que se suben al escenario para hacer un show junto a su títere, es mucho más que eso. “Este es un espacio de contención, hay mucha cooperación. Es un ámbito muy agradable”, explica en diálogo con Crónica Lola Gontero, ventrílocua y maestra jardinera, quien incursionó en la actividad hace tres años, cuando en condición de titiritera y narradora decidió crear a Lalo, un muñeco infantil, simpático e inocente. Con él encontró una conexión inigualable.
Recorrió escuelas, visitó bibliotecas y por último llegó al Civear (Círculo de Ventrílocuos Argentinos), donde conoció al maestro y fundador de la institución, Miguel Ángel Lembo, de enorme trayectoria en la profesión, quien además es actor, humorista, profesor y pianista.
Según Gontero, Lembo le enseñó diferentes técnicas para respirar e incluso a improvisar: “He aprendido un montón. Una vez me llamaron para inaugurar un jardín de infantes y yo no podía lograr que me presten atención, porque había un bullicio terrible, sin embargo Lalo se plantó y les hizo apagar los celulares a todos los presentes”, expresó la mujer, quien agregó que su títere “dice cosas que yo no soy capaz de decir”.
Cuando se habla de esta actividad, la mayoría de las personas recuerda al ya fallecido Mister Chasman y a su pequeño Chirolita, inseparables el uno del otro. Sin embargo, cierto sector de la sociedad confunde, erróneamente, el hacer ventriloquia con el miedo o el terror, instalado por la mala fama que han establecido algunas películas norteamericanas, protagonizadas por muñecos malvados y de características horribles.
Para Lembo -quien también visitó la redacción de este medio- “Hay que dejarle a la humanidad algo que sirva, todo lo que sea transmitir felicidad, alegría, porque hoy más que nunca es necesario. A mí me encanta que de mi casa, de mi estudio, porque soy profesor, salgan estrellas”.
Y añadió: “Esta es una profesión que te elige, no la elegís vos, yo comencé a los 40 años y me durará para toda la vida. El ventrílocuo no sólo cuenta chistes con su muñeco, sino que charla, cuenta anécdotas cotidianas. Ahí está ese verdadero mundo de fantasía”.
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